viernes, julio 6

Vivre Sa Vie, Jean-Luc Godard

- ¿Le molesta que le mire?
- No.
- Parece aburrido.
- En absoluto.
- ¿Qué hace?
- Leo.
- ¿Me invita a una copa?
- Si quiere.
- ¿Viene aquí a menudo?
- No, a veces. Hoy, por azar. 
- ¿Por qué lee?
- Es mi oficio.
- Es curioso. De pronto, no sé qué decir; me sucede a menudo. Sé lo que quiero decir. Lo medito antes de decirlo pero al llegar el momento de hablar, ya no soy capaz de decirlo.
- Sí, claro. ¿Ha leído 'Los Tres Mosqueteros'?
- No, pero vi la película. ¿Por qué?
- Porque... verá, tenemos a Porthos. Aunque no es en 'Los Tres Mosqueteros' sino en 'Veinte Años Después'. Porthos, el alto, el fuerte, un poco bruto no pensó en toda su vida ¿comprende?. Él tiene que poner una bomba en un subterráneo para hacerla estallar. Lo hace. Coloca la bomba, prende la mecha, luego sale corriendo..., naturalmente. Pero de golpe, se pone a pensar... ¿En qué piensa? Se pregunta cómo es posible que pueda poner un pie delante de otro. Esto también le ha ocurrido a usted, sin duda, ¿no?. Entonces deja de correr, de andar; no puede avanzar más... Todo explota, el subterráneo le cae encima. Lo sostiene con los hombros. Pero tras un día, o quizás dos, es aplastado, muere. La primera vez que pensó, murió. 
- ¿Por qué me cuenta historias así?
- Ya ve.., un poco por hablar. 
- ¿Por qué hay que hablar siempre?
- Muy a menudo habría que callarse, vivir en silencio. Cuánto más se habla, menos quieren decir las palabras... 
- Tal vez, pero ¿se puede? No lo sé.
- Siempre me impresionó que no se puede vivir sin hablar. 
- Sería agradable vivir sin hablar. 
- Sí, sería hermoso, ¿eh?. Es como si ya no se amase. Sólo que no es posible. 
- Pero ¿por qué? Las palabras deberían expresar exactamente lo que se quiere decir. ¿Es que nos traicionan?
- Pero nosotras las traicionamos también. Se debe poder llegar a decir lo que hay que decir, ya que se llega a escribir bien. Piensa: alguien como Platón, se le puede aún comprender, se le comprende. Sin embargo, escribió en griego hace 2500 años. Nadie sabe la lengua de aquella época, al menos, no exactamente. Sin embargo, llega algo. Por lo tanto, se debe lograr expresarse bien... Y es preciso. 
- ¿Y por qué hay que expresarse? ¿Para comprenderse?
- Hay que pensar, y para pensar hay que hablar. No se piensa de otro modo. Y para comunicar hay que hablar, es la vida humana. 
- Sí, pero es muy difícil. Yo pienso que la vida debería ser fácil. La historia de 'Los Tres Mosqueteros' quizás sea muy hermosa, pero es terrible. 
- Sí, pero es una indicación. Creo que se aprende a hablar bien cuando se ha renunciado a la vida por un tiempo. Es el precio. 
- Entonces, ¿hablar es mortal?
- Hablar es casi una resurrección con respecto a la vida; cuando se habla hay otra vida que cuando no se habla. Entonces, para vivir hablando uno debe haber pasado por la muerte de vivir sin hablar. No sé si me explico bien, pero hay una especie de ascesis que te impide hablar bien hasta que se mira la vida con despego. 
- Pero la vida de todos los días no se puede vivir con... No sé yo..., con... 
- Con despego. Se oscila, por eso se va del silencio a la palabra. Oscilamos entre ambos porque es el movimiento de la vida. De la vida cotidiana uno se eleva a una vida..., llamémosla superior. Es la vida con el pensamiento. Pero esta vida presupone que se ha matado la vida muy cotidiana, la vida demasiado elemental. 
- Entonces, ¿pensar y hablar es lo mismo?
- ¡Lo creo! Está dicho en Platón; es una vieja idea. Uno no puede distinguir el pensamiento de las palabras que lo expresan. Un momento de pensamiento sólo puede ser captado por las palabras. 
- Entonces, ¿hablar es un poco correr el riesgo de mentir?
- Sí, porque la mentira es uno de los medios para buscarlo. Errores y mentiras son muy parecidos. No hablo de mentiras ordinarias como prometer que vendré mañana y luego no venga, porque no quise. ¿Comprende? eso son cosas. Pero la mentira sutil es muy poco diferente de un error. Uno busca y no encuentra la palabra justa. Por eso le sucedía lo de no saber ya qué decir. Tenía miedo de no encontrar la palabra exacta. Yo creo que es eso...
- ¿Cómo estar seguro de haber encontrado la palabra justa?
- Bueno, hay que trabajar. Es necesario un esfuerzo. Uno debe decir lo necesario de modo que sea justo, que no hiera, que diga lo que quiere decir, que haga lo que tiene que hacer sin herir ni hacer daño. 
- Hay que tratar de ser de buena fe. Alguien me dijo: 'la verdad está en todo, incluso en el error'. 
- ¡Es cierto!. Francia no lo vió en el S XVII. Se creyó que se podía evitar el error, no sólo la mentira, y que se podía vivir en libertad así directamente. Y no es posible. Por lo tanto, Kant, Hegel, la filosofía alemana... son para reconducirnos a la vida y para saber aceptar que hay que pasar por el error para llegar a la verdad. 
- ¿Y qué piensa del amor?
- Ha bastado que se introduzca el cuerpo. Leibnitz introdujo lo contingente. Las verdades contingentes y las verdades necesarias hacen la vida. La filosofía alemana ha mostrado que en la vida, se piensa con las servidumbres y errores de la vida. Y hay que apañárselas con eso, es cierto.
- ¿No debería ser el amor lo único verdadero?
- Sí pero sería necesario que el amor fuese siempre verdadero. ¿Conoce a alguien que sepa inmediatamente lo que ama?. No. Cuando se tienen veinte años no se sabe lo que se quiere. Se saben migajas, se agarra uno a su experiencia, se dice 'me gusta esto'. A menudo se mezcla. Pero para constituirse con sólo lo que a uno le gusta. hace falta la madurez. Es precisa la búsqueda. Esa es la verdad de la vida. Por eso, el amor es una solución con la condición de que sea verdadero.