martes, septiembre 2

Fragmentos "El arte de insultar", Shopenhauer

  • El hombre un ser social. Un grupo de puerco espines se apiñaron densamente un frío día de invierno para obtener calor y salvarse de morir congelados. Muy pronto, sin embargo, sintieron las púas recíprocas, lo que los obligó a separarse de nuevo. Cada vez que la necesidad de calentarse los reunía, volvía a presentarse aquel otro inconveniente, por lo que siempre se veían arrastrados entre uno y otro tipo de sufrimiento, hasta que finalmente encontraron una moderada distancia entre ellos que les permitía soportar su situación. Así, la necesidad de vivir en sociedad, nacida del vacío y de la monotonía del yo interior, atrae a los seres humanos los unos hacia los otros; pero sus numerosos rasgos desagradables y errores imperdonables vuelven a separarlos. La distancia intermedia, que terminan por hallar y hace posibles su convivencia, viene dada por la amabilidad y las buenas costumbres. A aquel que no guarda esa distancia se le advierte en Inglaterra: ¡Keep your distance! Es cierto que esa distancia satisface sólo a medias la necesidad de obtener calor recíproco; pero al menos evita que se sienta el dolor de las púas. Quien disponga, sin embargo, de suficiente calor interno hará bien en mantenerse alejado de la sociedad, para así no molestar ni ser molestado.
  • El centro del universo. Si se le diera a cada cual a escoger entre su propia destrucción y la del resto del mundo, no necesito decir qué decisión tomaría la mayor parte de la gente. Ello demuestra que cada uno se coloca a sí mismo en el centro del universo, refiere todo a sí mismo y sopesa cualquier cosa que suceda (como por ejemplo los cambios más importantes en el destino de los pueblos) por las repercusiones que pueda tener sobre su interés, convirtiendo a estas últimas por muy insignificantes y circunstanciales que sean, en el objeto principal de sus reflexiones. … El único mundo que cada cual conoce y del que tiene noticia es el que lleva en su interior, como representación, y por eso se coloca en su centro. De ahí que cada uno sea lo máximo para sí mismo.
  • El deseo sexual. El deseo sexual, sobre todo cuando está concentrado debido a su fijación en una mujer partícula, por el enamoramiento, es la quintaesencia de la gran estafa de este bendito mundo; pues aunque es indecible, infinito y desmedido lo que promete, es muy poco lo que cumple.

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