miércoles, septiembre 10

Autorretrato con radiador, Christian Bobin

Lentitud, perfecta lectora.

La muerte está en la precipitación como en su casa. La lentitud, por el contrario, la sorprende, la desconcierta. El hombre apresurado y el hombre lento morirán los dos, sí, pero el hombre lento habrá recorrido en ese instante una distancia mucho mayor que el hombre apresurado.

Hacer siempre el esfuerzo de pensar en lo que está ante ti, prestarle una atención real, mantenida, no olvidar ni un segundo que al que o a la que hablas, viene de otro sitio, que sus gustos, sus pensamientos o sus gestos han sido formados por una larga historia, poblada por muchas cosas y por otras personas que tú nunca conocerás. Acordarte siempre de que al que o a la que miras no te debe nada, no forman parte de tu mundo, no hay nadie en tu mundo, ni tan siquiera tú. Este ejercicio mental –que pone en movimiento el pensamiento y también la imaginación– es un poco austero, pero te conduce al gozo mayor que exista: amar al que o a la que está ante ti, amarlo por ser como es, un enigma –y no por ser lo que crees, lo que temes, lo que confías, lo que esperas, lo que buscas, lo que quieres.

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